La autoestima es un tema muy recurrente en todas las disciplinas que procuran aportar bienestar al individuo. No sólo desde una perspectiva psicológica, también cuando hablamos de nutrición, deporte, educación, moda o religión surge la sacrosanta “autoestima” cómo uno de los benficios más importantes que aporta la adopción de tál hábito o la adquisición de tal programa. Esto es así por una sencilla razón: autoestima es el eufemismo más empleado para hablar de ser feliz. Si te quieres, eres feliz.
Ahí surge la pregunta: ¿qué viene primero, me quiero luego soy feliz? ¿O soy feliz, luego me quiero?
Pues la respuesta es que no son hechos independientes. Quererse y ser feliz se alimentan el uno al otro. Luego, si quieres quererte, haz cosas que te hagan feliz, y si quieres ser feliz, ten contigo mismo los detalles que demuestras a los que te importan. Claro, podemos hablar de pequeñas cosas de todos los días: estirazarse 5 minutos más en la cama, tomarse el tiempo de prepararse un capuchino en casa, comprarse unas flores, jugar un rato a la consola o quedar con una amiga. Pero no nos ciñamos a esas pequeñas cosas. Está bien, pero a algunos les sabrá a poco. Necesitarán más. ¡Qué así sea! Ponte cómo objetivo comprar ese coche que te gusta, hacer ese viaje de tus sueños, lanzar tu propio proyecto o lo que sea. Ser ambicioso también es una forma de quererse y ser feliz. Tanto ser feliz con poco, cómo ser feliz con mucho es importante. Ojo con no caer en la trampa: no atreverse a ir a por más porque sientes que no eres capaz (o no te lo mereces), no es humildad. Es un problema. Sentirte desgraciado por no tener o alcanzar algo, no es se ambicioso. Es ser materialista.