El coaching se suele definir cómo la disciplina del cambio. Eso es cierto, óbviamente. Es tan cierto, que ha habido una evolución muy notable en los últimos años alrededor de la denominación “coaching”. Antes los apellidos que se le ponían a “coaching” eran más para identificar nichos de mercado. Un coach ejecutivo se enfocaba a trabajar con cargos directivos o equipos en el ámbito de la empresa, y solía estar muy centrado en parámetros empresariales (ventas, eficiencia del trabajo, satisfacción del cliente, liderazgo…). El coaching de vida se enfocaba más para problemas de orden “personal”: problemas de autoestima, comunicación, tomar decisiones importantes, superar momentos complicados, etc. Un coach para emprendedores se centraba más en la alineación de ideas de proyecto, motivaciones, acciones, claridad de la meta y la resiliencia.
Después, se podía afinar mucho más el tipo de coaching ofrecido: coaching para mujeres emprendedoras de más de 45 años, coaching para padres solteros, coaching para directivos de empresas de más de 500 trabajadores, etc. Pero sigue siendo un tema de nicho de mercado. La mayoría de los coaches trabajaban con una metodología similar, una filosofía única y un tronco común de herramientas compartidas por todos. Ya sea el método GROW, CRA, STEPPA, ACHIEVE o cualquier otro, los pasos son los mismos, aunque unos los desmenucen más, y otros les pongan nombres diferentes. El coach, de entrada, SIEMPRE se concentra en el futuro, y en la solución. Pasado y problema, en contadas ocasiones, cuando la situación lo requiere, y en función de las herramientas de cada coach. Por supuesto, sin emitir juicio alguno, el coach está para ser un reflejo, no dar opiniones. Y aunque hace ya tiempo que hay coaches con PNL, IE, AT, Eneagrama, DISC, etc. todos basan su trabajo en la escucha activa, las preguntas poderosas y el rapport.
Aunque eso ya cambió. El término coaching se puso de moda, es un término abierto, disponible a todo el mundo, lo que dió lugar a infinitos abusos. Ya había pasado con las ventas: para conseguir alumnos para un taller, se le ponía “técnicas de XXX para la venta”, “cómo vender con XXX”, y p’alante. Cuando ya se secó ese manantial, se buscó otro para llamar la atención. Para dar una imagen más a la última, cualquier consultor o formador se puso la palabrita “coach” delante. Un profesor de canto se convirtió en un coach vocal, un estilista en un coach de imagen personal, un formador en técnicas de venta en un coach de inteligencia comercial o algo similar. Desde luego, ingenio ha habido a raudales.
Más bajo todo este ruido generado por “usurpadores” del término, los coaches de pro, los que trabajan el cambio, los que creen ciegamente en que los clientes no necesitan soluciones hechas, sino aprender a pescar, ahí seguían. Ningún coach que yo conozca, y que se dedique a esto de manera activa, se ha formado SÓLO en coaching. Los complementos son numerosísimos: PNL, Inteligencia Emocional, Eneagrama, DISC, Constelaciones y Sistémica, Hypnoterapia, Ayurveda, Higienismo, PSYCH-K, TCC, Análisis Transaccional, Comunicación No Violenta, Neurociencias, Equicoaching, y un largo etcétera. Esto dió lugar a que cada vez más coaches no se ciñeran al aspecto méramente “mental” y “conductual” de la persona. El coaching se adentró cada vez más en la gestión de emociones, los obstáculos en el subconsciente y en el inconsciente, hasta en los meandros de la trascendencia y las cuestiones existenciales que conllevan a explorar la espiritualidad de cada uno.
Las interacciones vienen siendo numerosísimas, dando lugar a resultados fascinantes. La ciencia cada vez más se une con creencias ancestrales para crear modelos únicos que abordan los problemas de un individuo de manera global, no por piezas sueltas. Se trabaja lo mental, lo espiritual, lo emocional, lo físico, lo relacional… pasando de uno a otro según vaya mostrando el hilo que sale de la madeja de cada uno a medida que se deshacen los ovillos de bloqueos. Esta familia del coaching ya no necesita un apellido por identificar un nicho de mercado. Precisa de una apelación más precisa para mostrar que la diferencia es en el alcance del método. De ahí que surja el “Coaching Transformacional”.
¿Es este el final de la evolución del Coaching? Sin dudarlo, no. El coaching es una disciplina viva, ejemplificación del cambio que propugna cómo base de cualquier mejora. Aún están caminos por explorar, y nuevos “coaching” que ofrecerle al mundo.